Y eso es lo que en verdad da miedo, los cambios. Uno a veces cierra los ojos como si así fueran a desaparecer los problemas. Uno detesta y ama a esa persona o a ese espejo que te canta las cuarenta. Uno detesta y ama a quien abre tus ojos.
Abrir los ojos tiene gusto a membrillo con queso: es agridulce. Por un lado, como que se pierde la magia, pero por el otro... se sale del engaño.
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